¡Hoyo en Luna!

Por Cristian Kloster
Cada deporte tiene su propio anecdotario: sus personajes célebres, sus competencias epopéyicas, sus clásicos inolvidables, sus definiciones para el infarto. Así también sus historias, algunas mundialmente célebres, otras secretas u olvidadas. Entre todas ellas, una de mis preferidas es la del astronauta Alan Shepard, quien logró eternizar un momento sublime de un deporte en particular, más allá de los límites de nuestro planeta.
Alan Shepard fue el primer astronauta estadounidense en ser enviado al espacio. El segundo, a nivel mundial, luego del ruso Yuri Gagarin. Alan fue, además, el quinto hombre en pisar la Luna. En 1971, fue encomendado para comandar la misión Apolo 14, un desafío definitivamente riesgoso, luego del casi fatídico acontecimiento del Apolo 13. Shepard había interrumpido su actividad como astronauta durante 10 años, a causa de padecer la enfermedad de Meniére, un mal que aqueja el interior de los oídos, caracterizada principalmente por episodios de vértigo.
Lo cierto es que Alan Shepard compartía una pasión por el golf. Lo practicaba en sus momentos libres. Era un aficionado que disfrutaba de la práctica de este juego. Muchos años antes, había tenido la oportunidad de invitar al comediante Bob Hope a que recorriera las instalaciones de la NASA y allí fue donde, en un simulador de gravedad lunar, el humorista ensayó un golpe de golf.
Esto inspiró a Alan quien, al ser nombrado para la misión Apolo 14, tomó un palo de golf hierro 6 (adaptación de una herramienta que utilizaban los astronautas para recoger rocas y piedras lunares) que había logrado reducirlo en 4 pequeñas partes, y lo ocultó entre sus pertenencias para subirlo a la nave.
El protocolo impedía llevar un objeto así. Pero nadie lo advirtió. El 6 de Febrero de 1971, Alan Shepard y su acompañante Edgar Mitchell alunizaron y recorrieron la superficie durante unas 9 horas. Fue en un momento que, frente a la cámara que podía seguirlo y que lo conectaba con Houston, sacó su palo de golf y anunció a la base en Estados Unidos que iba a dar unos golpes para cumplir un sueño.
Advirtió que el traje lo sujetaba mucho y que, por tanto, no iba a poder jugar como él quería, pero intentaría golpear las pelotitas que había llevado como si estuviesen en un bunker de arena.
En plena misión, y en algún remoto punto de la superficie lunar, Alan Shepard probó golpear la primera pelotita y descubrió que no sería sencillo. Erró. En su segundo intento lanzó la pelota unos 40 metros, pero el golpe no había sido bueno. Le había dado casi de lleno a la arena. Por último sacó una segunda pelotita, tomó envión, y logró dirigirla a más de 150 metros de distancia.
Houston observaba absorto. El mundo disfrutaba de este momento de recreación y relax de los astronautas en medio de la Luna.
Al regresar a la Tierra, se esperaba que ese palo fuese llevado al Museo Smithsonian del Aire y del Espacio, en Washington D. C. Sin embargo, el famoso cantante Bing Crosby, amigo de Alan y miembro del Museo Asociación del Golf de Estados Unidos, le envió una carta pidiendo contar con ese objeto entre las curiosidades de dicha sala de
exhibición ubicada en Nueva Jersey.
Para completar la historia, la acción de Alan Shepard también le valió otra reprimenda desde St. Andrews, la cuna del golf situada en Escocia y la institución que redacta las reglas de este deporte. El motivo es que hay una regla de etiqueta que dice que después de golpear una bola desde dentro del bunker hay que rastrillar y alisar las marcas dejadas en la arena, cosa que el genial astronauta no hizo en aquel momento.
Como sea, la acción del comandante del Apolo 14 le valió ser merecedor de la Medalla al mérito en Golf por un hecho que causó sensación entre todos los aficionados a este deporte.