Carlos Carnota – Cuenta Cuentos

Por Flor Nieto. Fotos de Mariano Pose.
Con sus títeres, los chicos de Bariloche sonríen. Con su oficio, encuentra un modo de vida entre colores y juegos.
Antes de salir a escena se siente relajado, quiere actuar o, mejor dicho, hablar a través de sus personajes. Los títeres cobran vida y sus voces se transforman en el único sonido percibido en el ambiente. Antes de salir a escena sabe que sale a divertirse y que que los chicos demandan mucha energía. A Carlos su trabajo no le parece un trabajo.
Carlos Carnota, el querido titiritero de Bariloche, nació en Parque de Pompeya, Buenos Aires.
Desde chico, mostraba especial interés en la aventura de estar arriba de un escenario. De grande estudió y fue profesor de música. Siempre quiso vivir de las melodías pero no se daba cuenta de que tenía un talento especial para hacer reír.
¿Y cómo empezaste a contar cuentos?
Un día, me llaman de un grupo de títeres para musicalizar una obra, ahí agarré un muñeco y me copé con lo que provocaba en los chicos. En seguida entré al teatro como iluminador y después pasé a ser actor, siempre me llamó la atención lo que provocaban los títeres en los nenes. Sin ser ventrílocuo, ellos veían que yo movía la boca y aún así le hablaban al títere. Con el tiempo me dieron ganas de contar historias. Al principio intentaba contar cuentos de otros y no me salía. Empecé citando a diferentes escritores como Villafañe pero después comencé a inventar mis propias historias con lo que me salía. Uno va aprendiendo por imitación.
Cuando escribís tu primer letra, hacés una que copiás de algún lado. El problema es cuando crees que te las inventaste todas vos. Así jugando fui haciendo cursos de cinematografía y aprendí a escribir. Soy bastante melancólico con mis escritos. Las obras que yo escribo primero las juego y las filmo. A medida que las vuelvo a escuchar, las voy modificando. Así hago mis cuentos y tengo muchos, imaginate que tengo trayectoria de 25 años dedicándome a esto.
¿Qué cuentos te gusta contar?
Siempre intento resaltar los valores humanos desde el juego y la risa. Nunca es directo, no digo: “Ustedes se tienen que portar bien porque blablablá”. Utilizo la metáfora para comunicar lo que quiero decir. Por suerte siempre tengo algo pendiente. Por ejemplo, una dinosauria que viene cada cien años a poner un huevo para tener un hijo pero se encuentra que la costa del lago está llena de basura. Unos chicos la ayudan para que el huevito no se muera. Entonces viene una señora, Doña Angurria, que quiere llevarse el huevo para hacerse una crema antiarrugas y ser joven y bella. Ahí se arma la bataola, de si hay que romper el huevo para la señora o dejar nacer al dinosaurito” Hay otro cuento que trata sobre un árbol, el personaje principal quiere conservarlo porque ahí su abuelo le dijo a su abuela que la amaba, su papá a su mamá y él está esperando para decírselo a su mejor amiga. También escribí una dedicada a los perros callejeros de Bariloche. Otro que es un técnico en una depuradora de agua, viene un nuevo jefe dudoso y de pronto una sombra sospechosa comienza a robarse el agua por las noches para llevarla a otros pueblos y ahí se arma el lío.
Ahora estoy trabajando en una que trata sobre el reciclado de la basura, que además es una meta personal mía.
Me encantaría poder presentarla en los colegios y ayudar a educar a los nenes para que puedan reciclar en casa. Yo creo que los chicos también educan a los padres. Sería un orgullo contribuir a Bariloche y a dar un ejemplo porque nuestro basural es un desastre. Bariloche es hermoso y no es únicamente algo que nos deja plata.
De 1991 al 2001, Carlos viajó por el país junto a su amor, Andrea Lascala, a quién él llama cariñosamente La Tana.
-Cuando conocí a mi esposa le dije: “Vení conmigo que nos vamos de gira”, era agarrar los títeres y movernos. Ella es trabajadora social y en ese momento tenía crisis con su laburo así que nos compramos un motorhome y estuvimos 10 años viajando por todo el país. En muchos pueblos nos iba muy bien y teníamos que regresar el próximo año con un cuento diferente. Volvimos a Bariloche en noviembre, en diciembre nos poníamos a trabajar en otra obra para salir en marzo. Durante la crisis del 2001 nos tuvimos que ir a laburar a Chile, ahí la verdad tuvimos éxito, nos quedábamos un mes en Bariloche y volvíamos.
¿Qué pasó después?
Por el 2000 con La Tana se nos ocurrió tener un hijo. Y ahí se nos complicó un poco la gira, realmente somos muy cómodos. Nuestra casa rodante estaba muy bien acondicionada pero con una bebé iba a ser difícil. Ahí La Tana entra en crisis y deja la actuación para dedicarse a la cerámica y quedarse en casa con la nena. En ese momento paso todas las obras que tenía a solista, ahora ella me ayuda mucho con la composición.
-Además muchas historias que se desarrollan de cuentos ¿no?
Con los chicos tenemos muchas anécdotas. Una vez un titiritero andaba por San Pedro y yo tengo un títere que se llama Guille de Bariloche, jugamos a que yo digo: “Me llamo Gui…” y me contestan: “Lle”, replico: “De Barilo…” y los chicos dicen: “Che” así que les pregunto “¿Cómo que “che”?” Es u
n juego que hacemos mucho. La cosa es que un titiritero me comentó que andaba por San Pedro cuando pasaron unos adolescentes de casi 20 años, vieron los títeres y uno le dice al otro: “Como Guille de Bariloche”. El otro día mi hija estaba hablando con un chico y cuando le dijo el apellido le preguntó “Vos sos la hija de Carlos, el titiritero ¡Qué copado! Yo lo veía cuando era chico ” No sé si se lo dijo porque de verdad le gustaban los títeres, mi hija es muy linda o ambos.
También decís que más que un trabajo te parece un juego…
Una persona que sabe mucho de palabras me explicó que la etimología de trabajo proviene de esclavitud. A mí siempre el trabajo me sonó como a esfuerzo manual, estar en el campo, ser albañil. Es difícil hacer una historia, armar los muñecos pero lo considero como una labor, es un laburo. ¡Mirá! Trabajo viene de tripalium, un yugo con tres palos, con razón nunca me gustó la palabra.
Cuando alguien juega se compromete con las realidades ficticias y no existe nada más. Acá, ahora en fantasía y risas. Eso hace Carlos, el cuenta cuentos de Bariloche.
-Una vez conocí a un nene que hacía casi quince días que no hablaba. Me llamaron, querían que llevara a Guille de Bariloche. Cuando terminó la función, le preguntaron qué le había parecido y él dijo: “Tengo que hacerle caso a lo que dijo Guille”. De repente comenzó a jugar.